jueves, 9 de abril de 2015

Somos lo que comemos?

En varias regiones del mundo, sin espacio para la cría de ganado vacuno, bovino y aviar a campo abierto, y con el objetivo de maximizar ganancias y minimizar recursos, la producción de alimentos de origen agropecuario sufrió una enorme transformación en las últimas décadas y abrió las puertas al uso intensivo de antibióticos, hormonas y plaguicidas.

La clásica postal de la vaca pastando comenzó a virar hacia corrales de engorde, “feedlots”, donde los rumiantes ya no comen pasturas sino que se alimentan con preparados a base de granos. En cambio, las vacas de pastoreo tienen un equilibrio muy grande entre sus ácidos grasos esenciales, músculos fibrosos y compuestos anticancerígenos.
Los “feedlots” generan vacas con más grasas saturadas, con más colesterol, que al mismo tiempo sólo se sostienen con antibióticos y que por otro lado tienen en su organismo la predisposición a mutar las bacterias internas entre la cantidad de antibióticos, la condiciones de vida y la dieta a bacterias resistentes, contra las que no hay cura.
En otros lugares se aplican grandes dosis de antibióticos y hormonas en la producción de ganado porcino.
 En los criaderos intensivos, los cerdos viven encerrados en pequeños corrales de concreto, lejos de los tradicionales chiqueros embarrados, sino más bien limpios pero con poco lugar para moverse. Los machos reproductores son masturbados diariamente para extraer semen y preñar a las hembras, que paren en una “maternidad” y luego pasan 21 días en pequeños cubículos junto a sus crías. Están echadas de costado y aplastadas con barrotes que las mantienen fijas al suelo. A su alrededor cada una tiene un grupo de entre diez y doce lechones que se mantienen lo más cerca que pueden de sus madres. Los barrales sostienen a las cerdas para que no lastimen a su cría.
En la industria avícola, los pollos y las gallinas ponedoras de huevos viven apiñadas en jaulas. Con los picos recortados para que no se lastimen, crecen o ponen huevos sin jamás tocar la tierra. Las aves reciben hasta 15 vacunas distintas y su alimento contiene grandes dosis de antibióticos, que se usan para mantener los animales sanos en condiciones insalubres y para engordarlos, porque son promotores de crecimiento.
Los cultivos frutihortícolas no escapan a esta realidad. Se han detectado en verduras, hortalizas y frutas agroquímicos, algunos prohibidos. Es todo como una especie de combo tóxico donde lo peor es la falta de control.
Está demostrado que la producción diversificada a mediana escala da mucho más y mejor que la producción intensiva industrial, produce más calorías y produce calorías de mejor calidad. Y además da trabajo a las personas que vivían en el campo.

miércoles, 8 de abril de 2015

El rostro humano

La increíble variedad de rostros humanos -mucho mayor que la de otros animales- es el resultado de la presión evolutiva para que cada uno de nosotros sea único y fácilmente reconocible, según un reciente estudio de la Universidad de California en Berkeley (UCB).
Nuestras interacciones sociales, altamente visuales, son casi con toda seguridad el conductor de esta tendencia evolutiva, explicó el ecólogo conductual Michael J. Sheehan, becario en el Museo de Zoología de Vertebrados. Muchos animales usan el olfato o la vocalización para identificar a otros individuos, lo que resta importancia a los rasgos faciales distintivos, especialmente en el caso de animales que deambulan por la noche, añadió. Sin embargo, los seres humanos son diferentes.
"Los humanos son extraordinariamente hábiles para reconocer las caras; hay una parte del cerebro especializada en eso", comentó Sheehan. "Nuestro estudio muestra que ellos han sido seleccionados para ser únicos y fácilmente reconocibles. Es claramente beneficioso para mí reconocer a otros, pero además es positivo que yo sea reconocible. De otra manera, todos nos veríamos más parecidos.

"La idea de que la interacción social puede haber facilitado o llevado a la selección para que seamos reconocibles implica que la estructura social humana ha impulsado la evolución de cómo nos vemos", dijo el coautor del estudio, Michael Nachman, genetista de poblaciones, profesor de biología integradora y director del Museo de Zoología de Vertebrados de la UCB.
En el estudio, afirmó Sheehan, "preguntamos, ¿serán rasgos tales como la distancia entre los ojos o el ancho de la nariz, variables sólo por casualidad, o será que se ha producido una selección evolutiva para que sean más variables de lo que serían de otra manera; más distintivos y más únicos?".
Como se predijo, los investigadores encontraron que los rasgos faciales son mucho más cambiantes que otros atributos corporales, tales como el largo de la mano, y que los rasgos de la cara son independientes de otras características faciales, a diferencia de la mayoría de las medidas corporales. Las personas con brazos más largos, por ejemplo, típicamente tienen piernas más largas, mientras las personas con narices más anchas o un espacio mayor entre los ojos no tienen narices largas. Ambos hallazgos sugieren que esa variación facial se ha acentuado a través de la evolución.
Finalmente, compararon los genomas de personas de alrededor del mundo y encontraron más variación genética en las regiones genómicas que controlan las características faciales que en otras áreas del genoma, un signo de que esa transformación es evolutivamente ventajosa. "Se cumplieron las tres predicciones: los rasgos faciales son más variables y están menos correlacionados que las otras características, y los genes que subyacen en ellas muestran mayores niveles de modificación", agregó Nachman. "Muchas regiones del genoma contribuyen a las facciones de la cara, de manera que uno esperaría que la variación genética fuera sutil, y lo es. Pero es consistente y sistemáticamente significativa.
Sheehan pudo evaluar la variabilidad facial humana gracias a una base de datos del Ejército de Estados Unidos, de medidas corporales, elaborada a partir de personal masculino y femenino en 1988. Los datos de la encuesta antropométrica -conocida como ANSUR- de esa institución, son usados para diseñar y ajustar todo, desde uniformes y ropa de protección hasta vehículos y estaciones de trabajo.
Una comparación estadística de los rasgos faciales de los estadounidenses de origen europeo y afroamericanos -distancia frente-mentón, altura del oído, anchura de la nariz y distancia entre las pupilas, por ejemplo- con otros rasgos corporales -longitud del antebrazo, altura de la cintura- mostró que los rasgos faciales son, en promedio, más diversos que los otros. Los atributos más variables se encuentran dentro del triángulo que forman los ojos, la boca y la nariz.
Sheehan y Nachman también tuvieron acceso a información compilada para el proyecto Genoma 1000, el cual ha secuenciado más de 1,000 genomas humanos desde 2008 y catalogado cerca de 40 millones de variaciones genéticas entre humanos en todo el mundo. En cuanto a las regiones del genoma humano que han sido identificadas como determinantes para la forma de la cara, se encontraron con un número de variantes mucho más grande que para rasgos tales como la estatura, que no tienen que ver con la cara.

Megavirus chilensis

Los virus son entes verdaderamente extraños, en su mayoría, tristemente célebres por ser causantes de enfermedades, de mayor o menor gravedad. Cada año se descubren nuevos virus, engrosando así una lista que parece no tener fin.
Ahora bien, entre todos los virus, hay uno que resulta particularmente llamativo para los científicos y los curiosos de las ciencias: el Megavirus, el virus más grande identificado hasta el momento por la ciencia.

El descubrimiento del megavirus ocurrió accidentalmente en 2011, en una zona costera chilena, cuando los científicos realizaban labores de investigación en la zona. En honor al sitio donde fue hallado, el nombre completo con el que fue bautizado fue Megavirus chilensis. Es un virus que ataca principalmente a las amebas, unos protozoos de vida libre muy comunes en el medio acuático y que pueden alcanzar tallas bastante llamativas.

Megavirus chilensis puede alcanzar unos extraordinarios 680 nm de diámetro, siendo de esta manera más grande que algunas de las bacterias más pequeñas, lo cual resulta cuando menos asombroso para los virólogos. De hecho, puede ser localizado con un simple microscopio óptico, a diferencia de la mayoría de los virus, que requieren de tecnologías más potentes. Anteriormente, en 1992, había sido descubierto en una torre de refrigeración francesa un virus llamado Mimivirus que alcanza los 750 nm de diámetro. Aunque en términos absolutos el diámetro de este es ligeramente mayor que el del Megavirus, este último tiene un genoma mucho más grande, 1 259 197 pares de bases frente a las 1 182 000 del Mimivirus, y esto, para los expertos, es un indicador más importante que el propio diámetro. Incluso, el primero es capaz de codificar hasta 1120 tipos de proteínas, más que cualquier otro virus conocido, frente a 979 el segundo.

Según los científicos, aunque no es descartable, es poco probable que se encuentren en el futuro otros virus gigantes iguales o mayores que el Megavirus, ya que la existencia de estos parece ser producto de un proceso evolutivo asociado a células primitivas de las cuales solo quedan en la Tierra algunos pocos descendientes hoy en día.